
Al rato el pequeño lloraba porque estaba muy cansado, demasiado cansado para dar un paso más. El padre cortó un palito y lo limpió muy bien de toda astilla mientras el niño observaba. Al terminar, dijo:
«Mira, hijo, aquí tienes tu propio caballito para que te lleve a casa».
Encantado, el niño se montó sobre su caballito y felizmente llegó a casa. Y en casa dio vueltas por todo el jardín hasta que tuvo que ir a bañarse y acostarse, ya rendido.
A veces la vida nos lleva y a veces nos deja caminar, y muchas veces creemos que ya no podemos más cuando alguien, nos ofrece un caballito – una idea, una promesa, una canción nueva, un cariño, una oración intercesora, lo que sea, y sobre ese corcel llegamos a la meta.
¿Necesitan un caballito? ¿Un amigo tuyo está necesitando un caballito? Ofrezcámoselo con ternura, recordando nuestro propio cansancio a veces. Eso hace toda la diferencia para un pequeño amigo.
2 comentarios:
Es verdad ....todos en algún momento necesitamos de incentivos para continuar la lucha, en el orden personal, en la familia y en el trabajo cotidiano, cuando faltan esos incentivos todo se hace muy tedioso y abrumador, a veces un beso, una caricia o una palabra de aliento en el momento adecuado nos hace poner las pilas, pero como vivimos en un mundo materialista el unico incentivo válido es el dinero, y eso en este
país hace décadas que es patrimonio de unos pocos, de ahí el malhumor reinante en la calle.
Así están las cosas lamentablemente.
Un abrazote
Norberto
Verdad, en la calle, ahí nomás cuando salis a la vereda, la egnte está muy desilucionada de todo. Una pena.
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