Desde que subo y logro sentarme me distraigo mirando las plazoletas que pertenecen a la Av. 9 de Julio. Tendría muchas cosas que comentarles sobre esos viajes, pero esta vez me detengo en unas muy simples, que tan a la vista están, que ya pasan desapercibidas.


Por otro lado unas palomas atrevidas picoteaban las migajas que caían de un sandwich que un joven almorzaba también sentado en uno de los bancos.


Sí pude ver otra pareja de palomas que simplemente observaban desde las alturas a estos locos humanos que apurados subimos, bajamos o viajamos en el colectivo.

Mucho para ver, mucho para pensar, paisaje cotidiano de una ciudad que no duerme, que no descansa... hasta que cae la noche y otros actores aparecen.