martes, 25 de agosto de 2009

Que lo qué?

Déjà vu
Del francés: ya vivido.

Es la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado con anterioridad una situación nueva. Este término fue acuñado por el investigador francés Emili Boirac (1851-1917) en su libro L'Avenir des sciences psychiques (‘El futuro de las ciencias psíquicas’), basado en un ensayo que escribió mientras estudiaba.

La experiencia del déjà vu suele ir acompañada por una convincente sensación de familiaridad y también por una sensación de «sobrecogimiento», «extrañeza» o «rareza». La experiencia «previa» es con frecuencia atribuida a un sueño, aunque en algunos casos se da una firme sensación de que la experiencia «ocurrió auténticamente» en el pasado.

La experiencia de déjà vu parece ser muy común. En estudios formales, el 60% o más de la población afirma haberla experimentado por lo menos una vez.

Relaciones con desórdenes
Se ha encontrado una correlación clínica entre la experiencia de déjà vu y desórdenes tales como la esquizofrenia y la ansiedad y la probabilidad de sufrirla se incrementa considerablemente en sujetos que están en tales condiciones. Sin embargo, la asociación patológica más fuerte del déjà vu es con la epilepsia del lóbulo temporal Esta correlación ha llevado a algunos investigadores a especular que la experiencia de déjà vu es posiblemente una anomalía neurológica relacionada con descargas eléctricas indebidas en el cerebro. Así como la mayoría de la gente sufre un episodio epiléptico leve (es decir, no patológico) regularmente -por ejemplo, la repentina «sacudida» que ocurre con frecuencia justo antes de caer dormido o sacudida hipnagógica)-, se ha conjeturado que una (leve) aberración neurológica similar ocurre en la experiencia de déjà vu, dando como resultado una sensación de memoria errónea.


¿Interesante no?
.
La anciana campesina caminaba lentamente, cargando con dificultad un atado de leña para alimentar una hoguera en la que cocinaba. Su rancho era un pedazo de techo caído sobre una pared, formando un espacio triangular dentro de éste.

Un joven juez que en su tiempo libre paseaba por el campo, se encontró con ella y conmovido por la edad y las condiciones en las que vivía la humilde mujer, decidió buscar la manera de ayudarla. La señora hablaba en forma alegre y determinada, le contó al juez que comía de lo que crecía en la granja, que tenía algunas gallinas y una vaca que le producían lo indispensable. No había tonos de queja ni de carencia en la conversación de la anciana, todo lo contrario, sus palabras estaban plenas de gratitud y esperanza.


Después de haber conversado un buen rato, el juez le preguntó a la campesina: -Disculpe señora, ¿hay alguna forma en la que la pueda ayudar? ¿Tal vez ropa, o medicinas? Si en algo puedo colaborar solo dígame y con gusto haré lo que pueda.

La anciana guardó silencio por un momento, y finalmente respondió: -Muchas gracias, en realidad no necesito nada para mí, pero sí para el viejito. -¿El viejito?-, preguntó el juez. -Sí -continuó la señora-, está muy enfermo, está adentro en la casa, ya no se puede ni parar, tiene muchos dolores, me toca hacerle todo porque el pobre no puede ni moverse.

-¿Y qué tiene su esposo?- replicó el juez, sorprendido. -No es mi esposo -respondió la anciana-, es un viejito que encontré desamparado y ¿cómo lo iba a dejar solito? Por eso desde hace como dos años que lo estoy cuidando.


Nadie es tan pobre que no pueda dar,

nadie es tan rico que no necesite recibir.

.

La frase para meditar del día

Si supiera que el mundo
se acaba mañana,
yo, hoy todavía,
plantaría un árbol.

Martin Luther King

martes, 25 de agosto de 2009

Que lo qué?

Déjà vu
Del francés: ya vivido.

Es la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado con anterioridad una situación nueva. Este término fue acuñado por el investigador francés Emili Boirac (1851-1917) en su libro L'Avenir des sciences psychiques (‘El futuro de las ciencias psíquicas’), basado en un ensayo que escribió mientras estudiaba.

La experiencia del déjà vu suele ir acompañada por una convincente sensación de familiaridad y también por una sensación de «sobrecogimiento», «extrañeza» o «rareza». La experiencia «previa» es con frecuencia atribuida a un sueño, aunque en algunos casos se da una firme sensación de que la experiencia «ocurrió auténticamente» en el pasado.

La experiencia de déjà vu parece ser muy común. En estudios formales, el 60% o más de la población afirma haberla experimentado por lo menos una vez.

Relaciones con desórdenes
Se ha encontrado una correlación clínica entre la experiencia de déjà vu y desórdenes tales como la esquizofrenia y la ansiedad y la probabilidad de sufrirla se incrementa considerablemente en sujetos que están en tales condiciones. Sin embargo, la asociación patológica más fuerte del déjà vu es con la epilepsia del lóbulo temporal Esta correlación ha llevado a algunos investigadores a especular que la experiencia de déjà vu es posiblemente una anomalía neurológica relacionada con descargas eléctricas indebidas en el cerebro. Así como la mayoría de la gente sufre un episodio epiléptico leve (es decir, no patológico) regularmente -por ejemplo, la repentina «sacudida» que ocurre con frecuencia justo antes de caer dormido o sacudida hipnagógica)-, se ha conjeturado que una (leve) aberración neurológica similar ocurre en la experiencia de déjà vu, dando como resultado una sensación de memoria errónea.


¿Interesante no?
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La anciana campesina caminaba lentamente, cargando con dificultad un atado de leña para alimentar una hoguera en la que cocinaba. Su rancho era un pedazo de techo caído sobre una pared, formando un espacio triangular dentro de éste.

Un joven juez que en su tiempo libre paseaba por el campo, se encontró con ella y conmovido por la edad y las condiciones en las que vivía la humilde mujer, decidió buscar la manera de ayudarla. La señora hablaba en forma alegre y determinada, le contó al juez que comía de lo que crecía en la granja, que tenía algunas gallinas y una vaca que le producían lo indispensable. No había tonos de queja ni de carencia en la conversación de la anciana, todo lo contrario, sus palabras estaban plenas de gratitud y esperanza.


Después de haber conversado un buen rato, el juez le preguntó a la campesina: -Disculpe señora, ¿hay alguna forma en la que la pueda ayudar? ¿Tal vez ropa, o medicinas? Si en algo puedo colaborar solo dígame y con gusto haré lo que pueda.

La anciana guardó silencio por un momento, y finalmente respondió: -Muchas gracias, en realidad no necesito nada para mí, pero sí para el viejito. -¿El viejito?-, preguntó el juez. -Sí -continuó la señora-, está muy enfermo, está adentro en la casa, ya no se puede ni parar, tiene muchos dolores, me toca hacerle todo porque el pobre no puede ni moverse.

-¿Y qué tiene su esposo?- replicó el juez, sorprendido. -No es mi esposo -respondió la anciana-, es un viejito que encontré desamparado y ¿cómo lo iba a dejar solito? Por eso desde hace como dos años que lo estoy cuidando.


Nadie es tan pobre que no pueda dar,

nadie es tan rico que no necesite recibir.

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La frase para meditar del día

Si supiera que el mundo
se acaba mañana,
yo, hoy todavía,
plantaría un árbol.

Martin Luther King