martes, 16 de diciembre de 2008

Un poco de historia "3"

Continuando con mis recuerdos. La cena de Noche Buena era la mejor del año! Casi siempre mi mamá preparaba salpicón de ave o un pollo al horno o asado. Pensándolo bien, no eran extraordinarias las recetas, pero para nosotros eran especiales. No teníamos arbolito de Navidad, creo que hasta los ocho o nueve años no lo podíamos comprar, una tarde juagando con mis amigas habían tirado al los contenedores de basura un arbolito, se imaginarán a donde fue a parar... ¡Sí me lo llevé a mi casa! Era de esos duros, con base cuadrada y el tronco encastrado en una especie de barro o cemento, ahora que lo pienso bien, era un asco!! Ja , mi mamá me sacó corriendo y yo intentando salvarlo del tacho, no tuve suerte y termino en el contenedor de nuevo, ¿por qué habrá sido ninguna mamá quiso quedárselo en su casa? Ja. Claro nosotros crecíamos y queríamos ese árbol que casi todos tenían. Mi vecino, de la puerta de enfrente tenía uno enorme que llegaba hasta el techo, ocupaba gran parte del comedor, estaba lleno de luces con forma de velitas y cantidad de adornitos, era la visita obligada de los chicos del edificio. Hasta que un año , mi tío, que parecía nuestro hermano mayor, se trajo un arbolito blanco y algunos adornos. ¡Qué felicidad! era toda un experiencia religiosa jajaj. Lo adornamos rapidamente y por supuesto se corrió la bolilla entre mis amiguitas que venían corriendo a ver la novedad en mi casa. Creo que todos podemos escribir libros enteros contando parte de nuestras historias. La cosa es que terminaa la cena y todos los chicos nos encontrábamos "abajo" en una gran patio, donde se formaría el bailongo. Allí esperábamos jugando y bailando que se hicieran las doce menos tres minutos para ir de nuevo a casa y brindar con la mejor sidra que pudiéramos comprar. Y así ocurría, corríamos, subíamos las escaleras y estábamos listos para la sidra, el pan dulce, las nueces, los turrones reduros que te partían los dientes! Y... si se podía algún regalito aparecía debajo del arbolito. Hoy a la distancia y desde la óptica de mis viejos, pienso, cada vez que miraba a mi hija ver el reloj para que sean las doce y abrir su regalo, ellos me mirarían a mí, la cara de felicidad por un simple arbolito y un humilde regalito.

1 comentario:

AZUL dijo...

TE SIGO LEYENDO.
BESOS

martes, 16 de diciembre de 2008

Un poco de historia "3"

Continuando con mis recuerdos. La cena de Noche Buena era la mejor del año! Casi siempre mi mamá preparaba salpicón de ave o un pollo al horno o asado. Pensándolo bien, no eran extraordinarias las recetas, pero para nosotros eran especiales. No teníamos arbolito de Navidad, creo que hasta los ocho o nueve años no lo podíamos comprar, una tarde juagando con mis amigas habían tirado al los contenedores de basura un arbolito, se imaginarán a donde fue a parar... ¡Sí me lo llevé a mi casa! Era de esos duros, con base cuadrada y el tronco encastrado en una especie de barro o cemento, ahora que lo pienso bien, era un asco!! Ja , mi mamá me sacó corriendo y yo intentando salvarlo del tacho, no tuve suerte y termino en el contenedor de nuevo, ¿por qué habrá sido ninguna mamá quiso quedárselo en su casa? Ja. Claro nosotros crecíamos y queríamos ese árbol que casi todos tenían. Mi vecino, de la puerta de enfrente tenía uno enorme que llegaba hasta el techo, ocupaba gran parte del comedor, estaba lleno de luces con forma de velitas y cantidad de adornitos, era la visita obligada de los chicos del edificio. Hasta que un año , mi tío, que parecía nuestro hermano mayor, se trajo un arbolito blanco y algunos adornos. ¡Qué felicidad! era toda un experiencia religiosa jajaj. Lo adornamos rapidamente y por supuesto se corrió la bolilla entre mis amiguitas que venían corriendo a ver la novedad en mi casa. Creo que todos podemos escribir libros enteros contando parte de nuestras historias. La cosa es que terminaa la cena y todos los chicos nos encontrábamos "abajo" en una gran patio, donde se formaría el bailongo. Allí esperábamos jugando y bailando que se hicieran las doce menos tres minutos para ir de nuevo a casa y brindar con la mejor sidra que pudiéramos comprar. Y así ocurría, corríamos, subíamos las escaleras y estábamos listos para la sidra, el pan dulce, las nueces, los turrones reduros que te partían los dientes! Y... si se podía algún regalito aparecía debajo del arbolito. Hoy a la distancia y desde la óptica de mis viejos, pienso, cada vez que miraba a mi hija ver el reloj para que sean las doce y abrir su regalo, ellos me mirarían a mí, la cara de felicidad por un simple arbolito y un humilde regalito.

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AZUL dijo...

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BESOS